sábado, 3 de diciembre de 2016

SANTORAL DE HOY SÁBADO 3 DE DICIEMBRE DEL 2016

Ladislao (Wladislaw) Bukowinski, BeatoLadislao (Wladislaw) Bukowinski, Beato
Sacerdote, 3 de diciembre
Casiano de Tánger, SantoCasiano de Tánger, Santo
Mártir, 3 de diciembre
Pío Heredia y 17 compañeros, BeatosPío Heredia y 17 compañeros, Beatos
Mártires, 3 de diciembre
Juan Nepomuceno de Tschiderer, BeatoJuan Nepomuceno de Tschiderer, Beato
Obispo de Trento, 3 de diciembre
Luis Gallo, BeatoLuis Gallo, Beato
Mártir Mercedario, Diciembre 3
Birino de Dorchester, SantoBirino de Dorchester, Santo
Obispo, Diciembre 3
Francisco Javier, SantoFrancisco Javier, Santo
Memoria Litúrgica, 3 de diciembre

SAN FRANCISCO JAVIER, PATRONO DE LOS MISIONEROS, 3 DE DICIEMBRE


Hoy 3 de diciembre la Iglesia celebra a San Francisco Javier, el gigante de las misiones


 (ACI).- Hoy 03 de diciembre la Iglesia celebra a San Francisco Javier, sacerdote jesuita considerado patrono de todos los misioneros y llamado “gigante de la historia de las misiones”, por las muchas conversiones que logró en el lejano oriente en tiempos muy difíciles.

San Francisco Javier nació en 1506, en el castillo de Javier de Navarra, cerca de Pamplona (España). A los 18 años fue a estudiar a la Universidad de París (Francia) y obtuvo el grado de licenciado. Tuvo como compañero de pensión al Beato jesuita Pedro Favre y conoció al entonces estudiante San Ignacio de Loyola, quien le solía repetir la frase de Cristo: “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?”

Poco a poco estas palabras fueron calando en su corazón. Gracias a los ejercicios espirituales de San Ignacio pudo comprender lo que su amigo le decía: "Un corazón tan grande y un alma tan noble no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que dura eternamente".

Se consagró al servicio de Dios con los jesuitas en 1534.  Años después fue ordenado sacerdote en Venecia. Más adelante, estando en Roma, San Francisco Javier ayudó a San Ignacio con la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús.

En la primera expedición misionera de la Compañía, parte el santo rumbo a la India. Hizo escala en Lisboa (Portugal), para encontrarse con el P. Rodríguez, quien también tenía la misión de acompañarlo. Pero el rey Juan III les tomó mucha estima por las obras caritativas que hacían y el P. Rodríguez tuvo que quedarse.


Antes de continuar su viaje a la India, el rey entrega al santo un “breve” de parte del Papa que lo nombraba Nuncio Apostólico en el oriente. Posteriormente, luego de una larga travesía, San Francisco Javier y otros dos compañeros llegan a Goa, colonia portuguesa.

Lamentablemente los desórdenes morales de los cristianos portugueses habían hecho que muchos se alejaran de la Fe. Una de estas contradicciones era que se usaba el Rosario para contar el número de azotes a los esclavos.

Entonces el santo emprendió una ardua tarea de catequesis. Atendía a los enfermos, celebraba la Misa con los leprosos, enseñaba a los esclavos y hasta adaptaba las verdades del cristianismo a la música popular. Poco después sus canciones se cantaban en las calles, casas, campos y talleres.

Comenzaron a darse tantas conversiones en la tribu de los paravas, que el santo escribió a sus hermanos en Europa que algunas veces con las justa podía mover los brazos, por lo fatigados que estaban al administrar un gran número de bautizos.

Sin embargo también fue testigo de los abusos que los portugueses y paganos cometían contra los nativos, algo que describió como “una espina que llevo constantemente en el corazón”. Posteriormente San Francisco Javier escribiría al rey de Portugal para denunciar el estado de la misión.

Luego continuó con su misión evangelizadora por diferentes ciudades, pueblos e islas. En 1549 partió de la India al Japón con la ayuda de dos hermanos de la Orden y dos japoneses que se habían convertido.  Al cabo de un año logró unas cien conversiones y las autoridades japonesas le prohibieron que continuara con su labor pastoral.

Se trasladó a otros pueblos, convirtiendo a muchos, y hasta pudo conseguir prestado un antiguo templo budista donde bautizó a un gran número de personas. Retornó a visitar a la comunidades de la India y luego se trasladó a Malaca, donde emprendería el viaje a la China, territorio inaccesible para los extranjeros.

Parte con una expedición y llega a la isla desierta de Sancián (Shang-Chawan), cerca a la costa y a cien kilómetros al sur de Hong Kong.  Sin embargo, San Francisco Javier cae enfermo y una fuerte fiebre lo va consumiendo. El 3 de diciembre de 1552 partió a la Casa del Padre pronunciando el nombre de Jesús.

Su féretro fue llenado de barro para que posteriormente pudiera ser trasladado. Después de diez semanas quitaron el barro y vieron que su cuerpo estaba incorrupto y que no había perdido el color.

El cuerpo del santo fue llevado a Malaca, donde todos salieron a recibirlo con alegría y finalmente fue trasladado a Goa, donde los médicos comprobaron su estado incorrupto. Ahí, en la Iglesia del Buen Jesús, reposan sus restos hasta hoy.

San Francisco Javier fue canonizado en 1622 junto a otro grandes santos como San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Ávila, San Felipe Neri y San Isidro Labrador.



San Francisco Javier: Su cuerpo se conserva incorrupto


Uno de los tripulantes del navío había aconsejado que se llenase de barro el féretro para poder trasladar más tarde los restos. Diez semanas después, se procedió a abrir la tumba. Al quitar el barro del rostro, los presentes descubrieron que se conservaba perfectamente fresco y que no había perdido el color; también el resto del cuerpo estaba incorrupto y sólo olía a barro. El cuerpo fue trasladado a Malaca, donde todos salieron a recibirlo con gran gozo, excepto Don Alvaro de Ataide.  Al fin del año, fue trasladado a Goa, donde los médicos comprobaron que se hallaba incorrupto. Ahí reposa todavía, en la iglesia del Buen Jesús.

Francisco Javier fue canonizado en 1622, al mismo tiempo que Ignacio de Loyola, Teresa de Avila, Felipe Neri e Isidro el Labrador.

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 3 DE DICIEMBRE 2016


Abundancia de dones recibidos.
Mateo 9, 35-10, 1.6-8. Sábado I Adviento. Ciclo A. La mies es mucha


Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Así como el solilumina al mismo tiempo a los cedros y a cada florecilla, como si sólo ella existieseen la tierra, del mismo modo Nuestro Señor se ocupa tan personalmente de cada alma, como si no hubiera otras como ella. Y así como en la naturaleza todas lasestaciones están ordenadas de tal modo que en el día señalado se abra hasta lamás humilde margarita, de la misma manera todo está ordenado al bien de cadaalma». (Santa Teresa de Lisieux, Historia de un alma).
Quiero siempre confiar en Ti, Señor.


Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 35-10, 1.6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos".
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: "Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, tu testimonio de generosidad, de ese «dar», me sacude. Tú, Dios venido al mundo, poseedor de tantos dones, de los que no quisiste disponer sino obsequiar, te volviste pobre entre los pobres.
Gratis de Ti, gratis desde tu corazón he recibido tanto. Tan sólo el don de los sentidos, como la vista, para contemplar lo bello de este mundo, para mirar lo que puedo renovar, o para mirar una persona cara a cara, para percibir una sonrisa; el don del tacto, y aunque tan sólo fuese para palpar algo sencillo ¡como una fruta!, o para consolar con una palmada, dar la mano a alguien, o para acariciar; el don del olfato, del gusto… ¡Doy tantos dones por sobreentendidos! ¡Como si se explicasen solos!, como si no hubiera un donador, como si no hubiese un padre bueno.
Mis amigos, mi familia, mi trabajo, mis estudios, incluso mis problemas (que son oportunidades para amar más puramente)… y gratis todo a fin de cuentas, Jesús. Ojalá contemplara más frecuentemente cuánto he recibido por tu amor, y así quizá mi corazón cambiaría: no me sentiría como si fuera yo mismo quien se da las cosas, como si fuese yo el dueño de cada una de ellas. Pues poseo tantos tesoros, pero los poseo en mi vasija de barro, que soy yo.
Todo don, todo obsequio de tu mano, no he de conservarlo para mí, sino orientarlo siempre hacia la eternidad.
«Nuestra vida está totalmente segura en las manos de Jesús y del Padre, que son una sola cosa: un único amor, una única misericordia, reveladas de una vez y para siempre en el sacrificio de la cruz. Para salvar a las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor se hizo cordero y se dejó inmolar para tomar sobre sí y quitar el pecado del mundo. De esta manera Él nos ha dado la vida, pero la vida en abundancia.»
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me detendré un instante, en silencio, para pensar de qué te podría dar gracias, Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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